jueves, 5 de febrero de 2009

CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE - ¿Cómo se puede morir un niño por no comer lo que aquí va a la basura?

El infierno está en África y lo hemos creado nosotros. El día en que esta salesiana volvía de celebrar la resurrección de Cristo en el campo del hambre de Zway y se le murió su primer niño entre los brazos, supo que estaba en él.

Así entiende su misión en Zway (Etiopía) Nieves Crespo (Madrid, 1969),
matemática experta en computación y en Teología de la Vida Consagrada.
Salesiana en 1991, dio clases en el colegio del Pilar de Madrid. Su web
zwayetiopia.wordpress.com es un credo del amor. Manos Unidas está con ella.


-¿Se puede cuantificar el horror de la miseria extrema?
-No. Es un porrazo. Llegué a Etiopía en 2002, el año de la hambruna, sin que tuviera repercusión informativa porque empezó la guerra de Irak. No venían recursos de fuera. Sólo intentas salvar las vidas que puedes a tu alrededor. No se puede racionalizar, sólo se vive.
-A usted nuestra crisis le dará risa.
-(Suelta una carcajada) Sí, sí.
-Acostumbrados a no tener nada, ¿qué es pasarlas canutas en Etiopía?
-Había visto a los niños en los clásicos reportajes del hambre y allí se me morían en los brazos. Había que elegir a qué niños alimentar sin saber si al día siguiente vivirían, porque no dábamos para más. No hay cosechas, no hay comida, hay hambre y eso es muerte. Aquí crisis es no poder pagar la hipoteca, quedarte en paro... Allí no hay hipoteca que pagar porque no hay casa digna
en donde vivir, ni hay agua ni pan para los hijos. Son dos mundos que no se pueden comparar.
-Un economista le diría «desequilibrio».
-No me preocupa lo que dicen los que saben porque no te sirve para nada. Me he llevado grandes decepciones con organismos internacionales: ese año en que teníamos que dar de comer a 10.000 personas ni siquiera habían detectado que nuestra zona, a 170 kilómetros al sur de Addis Abeba, era de hambruna.
-Cuando morir de hambre no es metáfora...
-Es sólo morir. He tenido niños que ni siquiera podían tomar leche y recibían suero oral con una sonda gástrica y extremo cuidado porque pasarte lo mínimo era acabar con su vida. Y no sabes por qué ocurre. ¿Cómo se puede morir un niño por no comer lo que aquí va a la basura? Luego, las enfermedades corroen los cuerpos desnutridos. Una tarde llegó un niño y le pregunté si había comido. Dijo que sí, un trozo de pan «ayer por la mañana». ¡Habían pasado más de 24 horas y el niño decía que había comido! Los esquemas de allí no sirven aquí.
-Escribe en su blog: «Hoy he descubierto que es posible el milagro de la vida para los más pobres de nuestro planeta».
-Niños que llegan muriéndose, que están meses debatiéndose entre la vida y la muerte en tiendas de campaña y ahora están en primaria, o hermanos de niños en programas de nutrición están en la escuela técnica y son portadores de una nueva esperanza o incluso trabajan y tienen una oportunidad.
-Sé que ha visto más prodigios.
-Mucha gente va por la misión y nos aportan lo mejor de ellos mismos, desde trabajo físico a cosas más elevadas, como las cocinas solares de un grupo de italianos para no tener que cortar leña (la deforestación trae más sequía). O en Reji, donde ingenieros del grupo del español Lorenzo Salamanca hallaron agua el día de la Inmaculada en un pozo a 184 metros, en el lugar con más niños víctimas el año del hambre. Y no sólo fue potable, sino ¡«fresh water»! (de embotellar). Hoy hay 29,5 km. de tuberías, 13 puntos de agua y siete abrevaderos donde niños y mujeres caminaban antes dos días para traerla.
-Hábleme del milagro de Hanna.
-¡Mi niña! La abandonaron con una malformación congénita de corazón y tres kilos de peso con dos años. En un mes pasó por el centro de acogida y tres hospitales. En el de Addis Abeba la sacamos de la habitación donde dejan a los niños para que mueran. Cuando regresamos era lunes. La niña apenas tenía vida tras un día de camino. Esa noche celebramos una Eucaristía y la abracé fuerte. La bautizamos. Luego, a la desesperada mandé e-mails pidiendo ayuda. La respuesta fue increíble. ¿Por qué salvar esa vida precisamente? No lo sabemos. En una semana, Hanna volaba a Madrid. Sufrió dos paros cardiacos y en el Ramón y Cajal la operaron a vida o muerte. ¡Fue un éxito! El 8 de enero volvía a casa. Me sorprendió que esa unidad cardiaca infantil con tantos medios tuviera tan pocos niños, y una ginecóloga me explicó que si a Hanna la hubiesen concebido en España, seguramente habría sido un aborto. Pero es un milagro.

(Entrevista publicada en el Diario ABC, 5 de febrero de 2009)

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