Un 27 de octubre de 1809, hace justamente 200 años, nacía y era bautizado en Heikant, cerca de Tilburg (Holanda), el que muchos, muchísimos años más tarde sería el redentorista Pedro Donders. Muchos sabéis del cariño tan especial que tengo al Beato Pedro Donders, el apóstol de los leprosos en el Surinam, y no podía dejar pasar este Bicentenario sin escribir algo al respecto.Seguramente muy pocos se habrán acordado hoy de este hombre santo en el día de su aniversario.
Es un santito de los pequeños, poco conocido, no fundó nada, no creó nada nuevo, no fue un gran líder en su tiempo, e incluso para muchos, incluidos redentoristas, dudan de su ser redentorista y lo atribuyen a un simple golpe de suerte que se vio casi obligado a acoger.Bendito azahar el que hizo que el misionero Pedro fuera uno de los nuestros. Benditos los inescrutables caminos del Señor que quiso que el misionero viera plenamente realizada su vocación entre los más pobres y abandonados de Surinam, como le tenía reservado, es decir dentro de la Congregación del Santísimo Redentor.
Es cierto que cuando en 1866 llegan los redentoristas a Surinam, a los sacerdotes que se encontraban en la antigua colonia holandesa, no les queda otra que o retornar a Holanda o ingresar como redentoristas. Es cierto que para entonces Pedro Donders ya llevaba 24 años siendo misionero en aquellas tierras y tenía 57 añazos. Es cierto que para esas fechas se cumplían más de 30 años de que Pedro hubiese llamado a las puertas de varias congregaciones religiosas, entre ellas los redentoristas, y que le hubiesen rechazado por “ser poca cosa”. E igualmente cierto es que Donders, el curita flacucho, debilucho, y poca cosa, no cesaba de anunciar la abundante redención a diestro y siniestro.
Es cierto que este pobre hombre realizaba un gran trabajo con sus enseñanzas catequéticas y morales entre los que poblaban las plantaciones, las selvas, y las leproserías. Es cierto que no desarrolló grandes proyectos, salvo que extendió el Evangelio y mostró a Jesucristo como amor, allá donde los hombres de su tiempo no le conocían. Es cierto que el “poquita cosa” hizo grandes obras por el Reino. Es cierto que a aquél a quien nadie quería, moriría rodeado de sus cohermanos, y de todos los suyos, los pobres, los más abandonados. Es cierto que aún hoy, al menos para algunos, sigue siendo un modelo de paciencia, de entrega, de misionero y de redentorista. Si queréis saber más visitad la página http://www.redentoristas.org/beatopedrodonders.html#pedrodonders
Celebrar este día de fiesta, aunque sólo haya sido tomando una fresquita Flag, la cerveza de la Côte d’Ivoire, durante la cena con mi comunidad, supone para mí un impulso a seguir anunciando con “poquitas y pequeñitas cosas” al Dios que nos ama con pasión.Estar hoy en África y recordar a este misionero, es una gran fuerza para sentir como es la misión del redentorista: callada, esperanzada, cercana, abierta, reconciliadora, alegre y apasionante.En esta “cuaresma” que hoy cumplo, tras estos cuarenta días con sus cuarenta noches, muchas veces he experimentado la tremenda pobreza de no poder comunicarme, de no poder expresar ni anunciar como quisiera, de tener que ayunar de la palabra.
Cuando descubres que la mejor limosna que pues dar, cuando todo el mundo te está pidiendo y no tendrías para todos, es mostrar ese amor abundante con el que Cristo nos ha inundado. Cuando tu oración se hace fuerte, y se hace viva en cada situación de dolor y de injusticia, pero siempre oración alegre. Entonces, es cuando brota en mí un canto dando gracias por el enorme don de ser misionero redentorista, como Pedro Donders, al modo de los que haciendo pocas cosas, siendo poca cosa, y apenas con tres palabras, se atreven a decir “Seigneur, merci beaucoup”.
Miguel Castro, cssr
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