Las cosas no salen siempre como uno desea. En el caso de este santo misionero, ni siquiera su nombre será recordado en el futuro. Porque San Clemente María se llamaba Juan, y hasta los 33 años vivió dos grandes experiencias: ser panadero y ser ermitaño. Desde pequeño deseaba ser sacerdote, pero siempre había un impedimento. Fue panadero en tres lugares diferentes, en los que entró en contacto con sus hermanos necesitados y hambrientos. También intentó ser ermitaño, porque lo más importante en su vida era la oración. Se cambió el nombre, cambió de lugar de residencia… y, sin él saberlo, Dios le decía: “Tú serás misionero del cambio”.
Dios le había elegido “para cambiar”. A los 33 años peregrina a Roma con un amigo, y ambos deciden ingresan en los Redentoristas simplemente porque la primera campana que oyeron era la de la Iglesia redentorista. La voz de Dios le lleva a ser el primer redentorista no italiano, y se le confía la misión de extender las misiones redentoristas por toda Europa.
En el interior del continente europeo, no son buenos tiempos para la fe. Él anuncia el Evangelio en Austria, Polonia, Letonia, Suiza y Alemania, a trabajadores y universitarios, a mujeres y niños, en medio del control político que oprime a la Iglesia, convencido de que su misión es dar “el pan de la Palabra” a todos los que están hambrientos de Cristo. Y cambia de residencia –varias veces- cuando la guerra o la política deciden expulsarle.
Una mirada a la vida de San Clemente María Hofbauer puede enseñarnos mucho acerca de los sueños que llegan a realizarse, así como sobre la oración y el servicio, sobre la perseverancia en la vida cristiana, sobre cómo hacerse santo viviendo los avatares de cada día, y sobre cómo emplear cada instante de la vida orientándolo hacia su justa meta.
ORACION
Señor, ¿qué quieres de mí hoy? ¿Qué me pides?
Señor, ¿cuál es tu proyecto sobre mi vida? ¿qué tarea quieres que realice?
Señor, ¿a qué me llamas? ¿cómo puedo cumplir tu voluntad, y no la mía?
Señor, ¿qué me puede hacer más feliz? ¿qué puede ayudar a mis hermanos?
Señor, ¿qué paso puedo dar en esta Cuaresma, y resucitar contigo en la Pascua?
Aquí estoy, Señor, disponible.
Estoy aquí para responder a tu llamada.
Para San Clemente María,
tu llamada fue sólo el sonido de una campana.
De los muchos sonidos
que llegan a mis oídos cada día:
¿cuál es tu voz?
Aquí me tienes, Señor, para hacer tu voluntad.
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