La primera es española, y ha ganado el pasado fin de semana el premio más importante del Festival de Málaga, la biznaga de oro. Se llama La vergüenza y la ha dirigido David Planell (guionista habitual de Gracia Querejeta). La película cuenta una historia desgraciadamente muy real: la de un niño inmigrante que va de familia de acogida en familia de acogida sucesivas veces ya que siempre acaba siendo devuelto. Su difícil comportamiento, las motivaciones confusas de la familia y las concepciones esquemáticas de los agentes de la administración hacen que el fracaso del acogimiento parezca inevitable.
En nuestro film, Lucía y Pepe llevan años queriendo tener un hijo, pero la infertilidad de ella les ha llevado a intentar el acogimiento preadoptivo de Manu. Lucía y Pepe están en crisis porque tampoco ellos consiguen hacerse con el chaval, y deben tomar una decisión. Paternidad, matrimonio, autenticidad, soledad, madurez... son algunos de los temas que seriamente son tejidos por el guión de Planell.
Alberto San Juan y Natalia Mateo protagonizan correctamente esta cinta, casi teatral en cuanto a concepción espacio-temporal. Aunque es muy sobria emocionalmente y no consigue alcanzar niveles suficientes de intensidad dramática, lo cierto es que es muy atinada en la seriedad de su mirada. Las carencias de la puesta en escena, excusables al tratarse de una ópera prima, se compensan con un guión inteligente y una mirada de largo alcance.
La Reina Victoria
El segundo film que proponemos se centra en la vida de la mítica reina de Inglaterra, que dio nombre a toda una época y que ha sido la monarca británica que más años ocupó el trono y que ya ha sido llevada al cine en otras ocasiones. Baste recordar la deliciosa Su Majestad Mrs. Brown, que recorría los años de viudedad de la Reina Victoria. La Reina Victoria retrata sin embargo la época que va desde la muerte de su tío, el Rey, hasta el nacimiento de su primer hijo. Sin llegar al preciosismo de La Duquesa, este film es una digna producción en la que, como en aquella, política y sentimientos se armonizan para ofrecernos un mosaico del aquel imperio emergente.
Aunque la película tiene un innegable tono hagiográfico –está producida por Sara Ferguson, la ex-mujer del Príncipe Andrés–, y nos pinta un retrato indudablemente elogioso de la Reina Victoria, también deja entrever las sombras de una institución que actualmente no pasa por sus mejores momentos. No obstante el film quiere centrarse en el aspecto personal de una mujer que trata de serlo en medio de unos condicionantes férreos y a veces incluso violentamente asfixiantes.
La película está dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée y su guión es obra de Julian Followes, que ganó un Oscar por su libreto de Gosford Park. Resalta los aspectos más humanos y huye de subrayados hipercríticos. Aunque algunos personajes son muy maltratados, como la madre de la soberana y su asistente, hay un aire redentor que hace gratificante el resultado final. La actriz Emily Blunt, que conocimos en El diablo viste de Prada, sin llegar a la expresividad de otras reinas del celuloide, está muy correcta. Destaca la presencia arrolladora de Paul Bettany, en el incómodo papel del político Melbourne.
Por último tenemos la última andanada del documentalista iconoclasta americano Michael Moore, famoso por sus brutales ataques cinematográficos contra la administración Bush. Esta última llega a España con mucho retraso, ya en plena era Obama. Con Sicko Moore se centra en la cuestión de los seguros médicos en Estados Unidos, y pone el dedo en la llaga de las artimañas que utilizan las compañías para dejar sin cobertura médica a sus clientes. Eso sin contar con los cincuenta millones de americanos que no tienen ninguna cobertura sanitaria.
Al interés objetivo del tema, y a los conmovedores testimonios que encontramos en el documental, Moore añade sus aderezos demagógicos, cómicos o irónicos que le caracterizan. El resultado es muy entretenido pero se va tornando reiterativo y cargante a medida que avanza la excesivamente larga película. Michael Moore esta vez recorre las calles de Canadá, Inglaterra, Francia,... y Cuba en busca de argumentos para demonizar el sistema sanitario americano. En fin, Michael Moore en estado puro.
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