“(…) Me gusta recordar en estas fechas que la Iglesia no cesa de rogar por vivos y difuntos, aunque destine unos días especiales para hacer más solemne la acción de gracias por aquellos que gozan de la presencia del Señor, que son “Todos los santos” y al día siguiente con la oración por los difuntos en cada parroquia en particular. Es curioso observar que la misa vespertina, normalmente con no más de diez o quince personas, aumenta en número considerable el día de los Fieles Difuntos. La gente, incluso la que no pisa una iglesia por regla general, tiene a bien recordar a los suyos. Y es que como dice el refrán “Es de mal nacidos no ser agradecidos”. Y todos tenemos seres queridos a quienes debemos parte de lo que somos.
(…) Escuchaba hoy por las calles del cementerio a una anciana pesarosa de su próximo final. No tiene a nadie para llevarle unas flores, ni rezarle una oración, así que ha decidido incinerarse. Son muchos quienes en la más profunda soledad, viven con cierta angustia el peso del futuro, esa ausencia de una mano amiga que les recuerde que han vivido y han formado parte de nuestra historia. Para su tranquilidad les confirmo que en la Iglesia católica, cada día se reza por vivos y difuntos. Y no es necesario ningún estipendio para que una persona ore por sus familiares y conocidos que ya están en la presencia del Señor. Por supuesto podemos dar un donativo al párroco y hacer que la intención de la eucaristía esté dedicada a nuestro familiar. Con ello damos cumplimiento a una costumbre que pervive en muchas culturas, que es honrar a los difuntos. Recordarles, rogar por ellos, sentir que siguen presentes en nuestra vida, aunque sea de manera diferente.
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor. Es reconfortante saber que hay alguien que nos recuerda con una oración. (…)
Es una manera de recordar que todos dejamos alguna huella en los demás, por muy leve que sea. Formamos parte de la historia de todos aquellos que han ido pasando por nuestra vida. Aunque no seamos capaces de entender el alcance de esa huella. Algo parecido a eso la Iglesia lo llama “La comunión de los santos”.
(…) Me hubiera gustado explicar esta maravillosa comunión entre los fieles creyentes a esa anciana atribulada, para que no se deprimiese y supiera que su historia es una historia singular y única que no se difumina en el olvido. Porque en cualquier caso está recogida en las manos amorosas del Padre y forma parte de la historia de la Iglesia aunque no figure en ningún calendario. Esa realidad tan brillante y luminosa está siendo absorbida por el carnaval macabro de Haloween, donde los muertos, las brujas y las leyendas, olvidan la tradición cristiana que venera la memoria a Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. En lo que esté en nuestra mano pongamos en estas fechas el acento cristiano”.
Carmen Bellver, blog “Diálogo sin fronteras”
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