El pasado fin de semana partió un autobús de parroquianos, con mucha juventud acumulada, dispuestos a convivir y brindar con buen vino por la amistad y por lo que nuestra parroquia nos aporta.
Nuestra primera parada fue la localidad de Pedraza, donde pudimos estirar las piernas, subiendo al pueblo, compartiendo las primeras impresiones y contemplar el hermoso pueblo. Después de dar un paseo por sus calles, y algún aventajado tomar un café, partimos en dirección a nuestro primer objetivo cultural y gastronómico, Peñafiel.
El camino en autobús fue mucho más agradecido que la subida a Pedraza, pues entre las pastas, el jamoncillo, el queso y los pepinillos de Ana, regados por una buena bota de vino que Marcelo nos agenció, agradaba recorrer kilómetros.
Por fin llegamos a Peñafiel y, después de instalarnos en nuestros aposentos, salimos a la caza del pan, de las tortas y demás viandas típicas del pueblo. Todos estaban ciertos de haber hecho la mejor compra, salvo los que no encontramos nada abierto.
Durante la comida comprobamos que los avisos (que daba Marcelo) estaban equivocados, pues eso de “la siesta” no pudo ser. Con el arroz con leche aún en la boca salimos hacia uno de nuestros objetivos: las bodegas de Protos. La verdad es que mereció la pena visitarlas, no solo por el fresquito, sino porque, también al final, nos convertimos en auténticos catadores y apreciamos todos los gustos, regustos y retrogustos, tonos y tonalidades del vino. Y, por si fuera poco, cada uno nos trajimos los preciados trofeos: las copas. Eso sí, igual que el misterio de la Santísima Trinidad que celebraríamos al día siguiente, es un misterio saber cuántas llegaron a Madrid.
Después de engrasar el cuerpo y las articulaciones con tan apreciado líquido emprendimos la subida al Castillo de Peñafiel (en autobús, claro). La visita fue más rápida que la subida, y eso que el castillo con sus escaleras daba para mucho tiempo. Las vistas merecieron la pena y también la foto de grupo que nos hicimos para el Twitter.
Después de la cena, aquellos, que dormían hacia la entrada del hotel, tuvieron la gran suerte de ser invitados a una boda que se celebraba. ¡Qué! majos estos de Peñafiel…
Al día siguiente en el salón de las bodas celebramos la Misa de Una, a las 10:00. Fue un momento precioso donde todos dimos gracias a Dios por haber compartido tantas cosas juntos y junto a Dios. Nos sentimos un poco más cerca, más familia, más parroquia.
El cielo amenazaba tormenta, pero solo fue de camino hacia nuestro último objetivo: Cuellar. Comenzamos por el santuario de la virgen del Henar, donde hicimos presentes a todos lo que no pudieron acompañarnos en este viaje. Desde el Castillo emprendimos la bajada al pueblo, ávidos de cultura mudéjar, de las ricas magdalenas y demás dulces, que agotamos o mejor dicho agotaron entre dos.
La guinda del pastel fue la última comida que hicimos en el restaurante “Chaplin”, donde con una sopa castellana, un buen bistec con patatas y un ponche segoviano emprendimos el camino de vuelta.
Es de agradecer a todos, el sentido del humor, la disponibilidad y las ganas de compartir que teníamos, pero en especial agradecer a Marcelo y Marta, que fueron los organizadores del evento. Y, cómo no, gracias a Dios que nos apañó los cuerpos serranos, para que no manifestaran su edad ni su cansancio y pudiéramos disfrutar y llegar sanos y salvos.
Bueno, chicos, hasta la próxima…. P. Juan Carlos Arias, cssr
1 comentario:
¡A comer y a beber! después de este estupendo viaje, algunos tendrán que ponerse a régimen. Bueno, bueno, ya veo que hubo tiempo para todo, hasta para ir de boda. Los parroquianos de Vigo nos vamos a Lugo el 16, esperamos pasarlo también como vosotros. En mis tiempos esto se llamaba redenturismo. Que no se pierdan las buenas costumbres.
Saludos para todos.
Rosalía.
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