En el Ángelus que siguió a la Santa Misa del Domingo (fiesta del Santísimo Redentor), Benedicto XVI propuso a los jóvenes una reflexión sobre María, "mujer joven en coloquio con el ángel que la invita, en nombre de Dios, a una entrega particular de sí misma, de su vida, de su futuro como mujer y madre".
"Podemos imaginar cómo María se sentía en aquel momento: trepidante, arrollada por la perspectiva que se abría ante sus ojos", observó el Papa, que explicó cómo "el ángel comprendió su preocupación e inmediatamente intentó tranquilizarla" con las palabras: "No temas María, el Espíritu Santo descenderá sobre tí". Fue el Espíritu quien le dio fuerza y valor para responder a la llamada del Señor, (...) quien la ayudó a comprender el gran misterio que se iba a cumplir por medio de ella".
"Esta escena constituye, probablemente, el momento cumbre en la historia de la relación de Dios con su pueblo. En el Antiguo Testamento Dios se había revelado de forma parcial y gradual, como hacemos todos en nuestras relaciones personales. (...) La Alianza con Israel fue como un período de (...) largo noviazgo hasta que llegó el momento definitivo, el matrimonio, la realización de una alianza nueva y eterna. En aquel momento María, ante el Señor, representaba a toda la humanidad. En el mensaje del ángel Dios lanzaba una propuesta de matrimonio a la humanidad. Y en nuestro nombre, María dijo sí".
"En los cuentos -prosiguió el pontífice- la historia termina aquí "y vivieron felices y contentos". Pero en la vida real no es tan fácil. María tuvo que enfrentarse a muchas dificultades a consecuencia de aquel sí (...). Simeón profetizó que una espada le atravesaría el corazón. Cuando Jesús tenía doce años pasó los peores momentos que cualquier madre puede experimentar cuando, durante tres días, perdió a su Hijo. Y después de la actividad pública de Jesús, sufrió la agonía de estar presente en su crucifixión y muerte. A través de tantas pruebas, permaneció siempre fiel a su promesa, sostenida por el Espíritu de fortaleza. Y fue recompensada con la gloria".
Después de rezar el Ángelus Benedicto XVI saludó en italiano, francés, alemán, español y portugués a los jóvenes de distintos países que llenaban el Hipódromo. Y se despidió con estas palabras: "Ha llegado el momento de decirnos adiós, o mejor hasta pronto. Os doy las gracias por haber participado en la Jornada Mundial de la Juventud 2008 en Sydney y espero volver a veros dentro de tres años. La Jornada Mundial de la Juventud 2011 se celebrará en Madrid, en España. Hasta entonces recemos unos por otros y demos al mundo nuestro gozoso testimonio de Cristo".
"Podemos imaginar cómo María se sentía en aquel momento: trepidante, arrollada por la perspectiva que se abría ante sus ojos", observó el Papa, que explicó cómo "el ángel comprendió su preocupación e inmediatamente intentó tranquilizarla" con las palabras: "No temas María, el Espíritu Santo descenderá sobre tí". Fue el Espíritu quien le dio fuerza y valor para responder a la llamada del Señor, (...) quien la ayudó a comprender el gran misterio que se iba a cumplir por medio de ella".
"Esta escena constituye, probablemente, el momento cumbre en la historia de la relación de Dios con su pueblo. En el Antiguo Testamento Dios se había revelado de forma parcial y gradual, como hacemos todos en nuestras relaciones personales. (...) La Alianza con Israel fue como un período de (...) largo noviazgo hasta que llegó el momento definitivo, el matrimonio, la realización de una alianza nueva y eterna. En aquel momento María, ante el Señor, representaba a toda la humanidad. En el mensaje del ángel Dios lanzaba una propuesta de matrimonio a la humanidad. Y en nuestro nombre, María dijo sí".
"En los cuentos -prosiguió el pontífice- la historia termina aquí "y vivieron felices y contentos". Pero en la vida real no es tan fácil. María tuvo que enfrentarse a muchas dificultades a consecuencia de aquel sí (...). Simeón profetizó que una espada le atravesaría el corazón. Cuando Jesús tenía doce años pasó los peores momentos que cualquier madre puede experimentar cuando, durante tres días, perdió a su Hijo. Y después de la actividad pública de Jesús, sufrió la agonía de estar presente en su crucifixión y muerte. A través de tantas pruebas, permaneció siempre fiel a su promesa, sostenida por el Espíritu de fortaleza. Y fue recompensada con la gloria".
Después de rezar el Ángelus Benedicto XVI saludó en italiano, francés, alemán, español y portugués a los jóvenes de distintos países que llenaban el Hipódromo. Y se despidió con estas palabras: "Ha llegado el momento de decirnos adiós, o mejor hasta pronto. Os doy las gracias por haber participado en la Jornada Mundial de la Juventud 2008 en Sydney y espero volver a veros dentro de tres años. La Jornada Mundial de la Juventud 2011 se celebrará en Madrid, en España. Hasta entonces recemos unos por otros y demos al mundo nuestro gozoso testimonio de Cristo".
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