Al mediodía del domingo, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Ofrecemos a continuación las palabras del papa en la introducción de la oración mariana.
¡Queridos hermanos y hermanas!:
De las lecturas bíblicas de este domingo --el segundo del Tiempo Ordinario--, se nos revela el tema de la vocación: en el Evangelio se ve la llamada de los primeros discípulos de Jesús y en la primera lectura está la llamada del profeta Samuel. En ambos relatos destaca la importancia de una figura que desempeña el papel de mediador, ayudando a la persona llamada a reconocer la voz de Dios y seguirla. En el caso de Samuel, es Elí, un sacerdote del templo de Silo, donde se guardaba antiguamente el Arca de la Alianza, antes de ser transportada a Jerusalén. Una noche Samuel, que era todavía un niño y desde niño vivía al servicio del templo, tres veces seguidas se sintió llamado durante el sueño, e iba donde Elí. Pero no era él quien lo estaba llamando. A la tercera vez Elí lo entendió y le dijo a Samuel: Si te llama de nuevo, responde: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Samuel 3,9). Así fue, y desde entonces Samuel aprendió a reconocer las palabras de Dios y se convirtió en su profeta fiel.
En el caso de los discípulos de Jesús, la figura de la mediación es la de Juan el Bautista. Ciertamente, Juan tenía un amplio círculo de discípulos, entre quienes estaban también los hermanos Simón y Andrés, y Santiago y Juan, pescadores de la Galilea. Sólo a dos de ellos el Bautista les señaló a Jesús, un día después de su bautismo en el río Jordán. Se dirigió a ellos diciendo: "¡He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36), lo que equivalía a decir: He ahí al Mesías. Y aquellos dos siguieron a Jesús, permanecieron mucho tiempo con él y se convencieron de que era realmente el Cristo. Inmediatamente se lo dijeron a los demás, y así se formó el primer núcleo de lo que se convertiría en el colegio de los Apóstoles.
A la luz de estos dos textos, me gustaría subrayar el papel fundamental de un guía espiritual en el camino de la fe y, en particular, en la respuesta a la vocación especial de consagración al servicio de Dios y de su pueblo. Incluso la misma fe cristiana, en sí misma, supone el anuncio y el testimonio: es decir, consiste en la adhesión a la buena noticia de que Jesús de Nazaret ha muerto y resucitado, y que es Dios. Es también la llamada a seguir a Jesús más de cerca, renunciando a formar una propia familia para dedicarse a la gran familia de la Iglesia, lo que generalmente pasa a través del testimonio y la propuesta de un "hermano mayor", que por lo general es un sacerdote. Esto sin olvidar el papel fundamental de los padres, quienes por su fe auténtica y gozosa, y su amor conyugal, muestran a los niños que es hermoso y es posible construir toda una vida basada en el amor de Dios.
Queridos amigos, pidamos a la Virgen María por todos los educadores, especialmente por los sacerdotes y padres de familia, para que sean conscientes de la importancia de su rol espiritual, y favorezcan en los jóvenes, además del crecimiento humano, la respuesta a la llamada de Dios para decir: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
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