martes, 27 de mayo de 2008

Cinco mil católicos chinos se reúnen en el santuario de Sheshan

El mes de mayo está dedicado tradicionalmente en la Iglesia a la devoción a la Virgen María y los cristianos del mundo entero tienen por costumbre en estas fechas visitar los santuarios marianos. Si los franceses van a Lourdes y los portugueses a Fátima, los católicos chinos dirigen sus peregrinaciones al santuario de Sheshan, a 50 kilómetros al sur de Shanghai. Allí se venera una bella imagen de la Virgen: santa María eleva sobre sus hombros al niño Jesús, que abre sus brazos erigiéndose así en crucero de la iglesia.

En la fiesta de la patrona, el día 24 de mayo se celebró la jornada de oración por la Iglesia de China, anunciada por el Papa en la carta que dirigió a los católicos chinos. Se preveía una afluencia masiva de fieles al santuario de Seshan, dedicado a santa María en su advocación de Auxilio de los cristianos. El mismo Benedicto XVI compuso una oración para la jornada. Pese al empeño del gobierno en impedir que se reunieran multitudes junto a la Virgen de Sheshan y a que el país trata de rehacerse de las consecuencias del terremoto de Sichuan, cerca de cinco mil personas acudieron ese día al santuario.

“Hay menos gente que el año pasado”, declaraba Wu, un seminarista de 30 años, al corresponsal de la agencia Reuters. “El gobierno se ha asegurado de que se mantenga el orden este año", añadió Wu. Y efectivamente, según cuenta el enviado de la agencia inglesa, los peregrinos ascendían al santuario entre agentes de policía uniformados y guardias de seguridad.
Junto a quienes se reunieron en Sheshan, según afirma la agencia Fides, los fieles chinos de las zonas golpeadas por el terremoto celebraron la jornada en tiendas de campaña que han utilizado como capillas. También los católicos de la ciudad de Peng Zhou, en el distrito de Bai Lu, una de las zonas más afectadas por el seísmo, rezaron el sábado el rosario en una tienda de campaña, ante la imagen de la Virgen y del Sagrado Corazón de Jesús.


Imagen de la Virgen que corona
el santuario de Shesan
En los días precedentes, la Asociación Patriótica de Católicos Chinos, que organiza la vida religiosa en el país y cuyos hilos mueve directamente el gobierno de Pekín, se encargó de poner innumerables trabas a posibles peregrinaciones. Así, en las diócesis más cercanas al santuario –Shanghai, Wenzhou y Ningbo– se animó a los católicos a no organizar ni tomar parte en visitas colectivas a Seshan. Las visitas individuales solo se permitieron a quienes se registraron y así lo solicitaron expresamente ante la Asociación Patriótica. Además, dicha asociación publicó un documento en el que, con el acuerdo unánime del Consejo de obispos chinos (órgano no reconocido por la Santa Sede), se intimaba a las diócesis a limitar las celebraciones del mes de mayo y a que todas tuvieran lugar en la propia demarcación territorial. Las directrices de la Asociación Patriótica muestran hasta dónde puede llegar el intervencionismo estatal, pues incluso precisan las intenciones de la oración que ha de hacerse a la Virgen: por la paz, por el Papa... y por el éxito de las Olimpiadas y los buenos resultados de los atletas chinos.
Según cuenta a Asia News un feligrés de Qicun, en la diócesis de Sanyuan, “el 23 de mayo, la policía entró en la iglesia y ahora siguen a nuestro párroco a todas partes”. Otro católico de la Iglesia clandestina de Shanghai explicó el mismo día 24 que “solo los fieles que contaban con un permiso especial han podido ir a Seshan; la mayor parte no lo hemos conseguido: para los católicos no oficiales, ha sido imposible”.

En China, las comunidades religiosas “reconocidas” gozan de libertad de culto sólo si practican su fe en estructuras aprobadas por el gobierno, en ceremonias presididas por personal registrado, con actividades aprobadas y aceptando la supervisión de las Asociaciones Patrióticas. De este modo, se multiplican las paradojas: miembros del Partido –ateos– administran la vida espiritual de los fieles, indicando cómo celebrar los ritos, ocupándose de la edición de libros religiosos e incluso seleccionando candidatos al sacerdocio o a las órdenes monásticas.

Ahora –dicen– a las autoridades chinas les preocupa la seguridad, sobre todo a raíz de las protestas tibetanas, y por eso procuran evitar cualquier concentración masiva. Pero en el trasfondo late otra inquietud gubernamental que les lleva a evitar las peregrinaciones multitudinarias a Sheshan. En particular, es clara su voluntad de obstaculizar una jornada de oración promovida por el Papa, porque crearía una unidad mayor dentro de la Iglesia china: entre los católicos con reconocimiento oficial y los católicos clandestinos, y entre todos éstos y la Iglesia de Roma. Su actitud ante la Iglesia tiene, desde hace años, un objetivo: divide y vencerás.
Además, el gobierno chino mantiene aún una actitud distante hacia la Santa Sede y critica duramente que esta mantenga relaciones diplomáticas con Taiwán.

El año pasado Benedicto XVI dirigió una carta a los católicos chinos en la que hacía un llamamiento a la unidad y a la reconciliación, y manifestaba la disposición de la Iglesia a llegar a acuerdos con el gobierno para el nombramiento de obispos. Pero el gobierno no ha dado una respuesta positiva.

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