Desde Fátima, Benedicto XVI presentó en la tarde del pasado jueves un programa para los cristianos comprometidos en lo social, en el que supera la histórica división entre los que ven como algo excluyente la contemplación y la acción. Asimismo, el Pontífice exigió superar la dicotomía de décadas pasadas, que ha contrapuesto el compromiso a favor de la justicia social y la defensa de la vida humana.
El Pontífice sintetizó de esta manera las enseñanzas que ha presentado en sus cinco años de pontificado con sus tres encíclicas al mantener un encuentro con las organizaciones de pastoral social en la iglesia de la Santísima Trinidad de la ciudad mariana.
La lección de las crisis
Ante todo, el Papa comenzó sacando lecciones de la actual "crisis socioeconómica, cultural y espiritual" y de su impacto en la reflexión de los cristianos. La doctrina social de la Iglesia, aclaró, "no se trata de un mero conocimiento intelectual, sino de una sabiduría que dé sabor y condimento, que ofrezca creatividad a las vías teóricas y prácticas para afrontar una crisis tan amplia y compleja".
"Que las instituciones de la Iglesia, junto con todas las organizaciones no eclesiales, mejoren la capacidad de conocimiento y orientación para una nueva y grandiosa dinámica, que lleve a esa 'civilización del amor', de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura", exigió. De hecho, aseguró, "quien aprende de Dios Amor será inevitablemente una persona para los demás".
Conjugar contemplación y acción
El Pontífice sintetizó de esta manera las enseñanzas que ha presentado en sus cinco años de pontificado con sus tres encíclicas al mantener un encuentro con las organizaciones de pastoral social en la iglesia de la Santísima Trinidad de la ciudad mariana.
La lección de las crisis
Ante todo, el Papa comenzó sacando lecciones de la actual "crisis socioeconómica, cultural y espiritual" y de su impacto en la reflexión de los cristianos. La doctrina social de la Iglesia, aclaró, "no se trata de un mero conocimiento intelectual, sino de una sabiduría que dé sabor y condimento, que ofrezca creatividad a las vías teóricas y prácticas para afrontar una crisis tan amplia y compleja".
"Que las instituciones de la Iglesia, junto con todas las organizaciones no eclesiales, mejoren la capacidad de conocimiento y orientación para una nueva y grandiosa dinámica, que lleve a esa 'civilización del amor', de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura", exigió. De hecho, aseguró, "quien aprende de Dios Amor será inevitablemente una persona para los demás".
Conjugar contemplación y acción
En este sentido, reconoció que "no es fácil lograr una síntesis satisfactoria entre la vida espiritual y la actividad apostólica". "La presión ejercida por la cultura dominante, que presenta insistentemente un estilo de vida basado en la ley del más fuerte, en el lucro fácil y seductor, acaba por influir en nuestro modo de pensar, en nuestros proyectos y en el horizonte de nuestro servicio, con el riesgo de vaciarlos de aquella motivación de fe y esperanza cristiana que los había suscitado".
"Las numerosas e insistentes peticiones de ayuda y atención que nos presentan los pobres y marginados de la sociedad nos impulsan a buscar soluciones que respondan a la lógica de la eficacia, del resultado visible y de la publicidad". Ahora bien, alertó, la síntesis entre contemplación y acción "es absolutamente necesaria para poder servir a Cristo en la humanidad que os espera. En este mundo dividido, se impone a todos una profunda y genuina unidad de corazón, de espíritu y de acción". Por eso, aseguró, pidió que quede clara la orientación de las instituciones de ayuda de la Iglesia.
"La identidad nítida de las instituciones es un servicio real, con grandes ventajas para los que se benefician de ellas. Además de la identidad y unido a ella, un elemento fundamental de la actividad caritativa cristiana es su autonomía e independencia de la política y de las ideologías, si bien en colaboración con los organismos del Estado para alcanzar fines comunes", indicó.
Justicia social y defensa de la vida
A la luz de esta reflexión, el pontífice pidió superar también la división que se ha dado en el compromiso social de algunos católicos, que en ocasiones han visto como contra puestas la ayuda a los pobres y la defensa de la vida (en particular, la de los no nacidos).
"Vuestras actividades asistenciales, educativas o caritativas han de completarse con proyectos de libertad que promuevan al ser humano, buscando la fraternidad universal. Aquí se sitúa el compromiso urgente de los cristianos en la defensa de los derechos humanos, preocupados por la totalidad de la persona humana en sus diversas dimensiones", afirmó
Por eso, expresó su "profundo reconocimiento a todas las iniciativas sociales y pastorales que tratan de luchar contra los mecanismos socio-económicos y culturales que favorecen el aborto; y también a las que fomentan la defensa de la vida, así como la reconciliación y atención a las personas heridas por el drama del aborto".
"Las iniciativas que tienden a salvaguardar los valores esenciales y primarios de la vida, desde su concepción, y de la familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, ayudan a responder a algunos de los desafíos más insidiosos y peligrosos que hoy se presentan al bien común". "Dichas iniciativas, junto a otras muchas formas de compromiso, son elementos esenciales para la construcción de la civilización del amor", indicó.
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