Apostol de los leprosos del Surinam.
"El deber de respetar la dignidad de cada ser humano, en el cual se refleja la imagen del Creador, comporta como consecuencia que no se puede disponer libremente de la persona. Quien tiene mayor poder político, tecnológico o económico, no puede aprovecharlo para violar los derechos de los otros menos afortunados". (Benedicto XVI)
El papel del cristianismo en las colonias holandesas a partir del siglo XVII era, para los gobernantes, puramente moral. Los holandeses que dominaron el Surinam querían que los esclavos y los cimarrones, trabajadores de grandes extensiones de azúcar y caña, conocieran el cristianismo como cauce para alcanzar valores éticos que garantizaran una convivencia pacífica. Los dominadores de las grandes plantaciones no tenían interés en transmitirles la fe en Jesucristo, sino que se acomodaran a los valores y costumbres occidentales. Era una "educación para la civilización".
Sin embargo, la Iglesia no quiso ofrecer únicamente una ética acorde con el pensamiento europeo. La presencia de los misioneros en Surinam era un auténtico anuncio del Evangelio, buscando, sobre todo, la liberación de las opresiones que sufrían. Para Pedro Donders y otros misioneros, lo principal era la dignidad de la persona como hijo de Dios. Pedro Donders fue un gigante, dedicado casi exclusivamente a los más desfavorecidos de un territorio colonial en el que las leyes eran las órdenes de los terratenientes blancos.
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